Producción de
alimentos en el mundo
Perspectivas para
el siglo XXI
No es fácil predecir que ocurrirá en el siglo XXI. Nuevamente las variables son muchas pero no se puede desconocer que hay indicadores preocupantes. Desde luego durante el último decenio ha disminuido el ritmo crecimiento de la producción de granos, llegando actualmente hasta estabilizarse, mientras que por otro lado, la población mundial continúa aumentando. Ello contrasta con las optimistas predicciones de FAO y que el Banco Mundial, que piensan que para el año 2025 se podrían producir suficientes alimentos como para alimentar la población, que para ese entonces podría alcanzar a los 8.000 millones de habitantes (Creces, Enero 1997, pág. 8). Pero el hecho concreto es que los stock mundiales de granos que en 1992 eran de 383 millones de toneladas, en 1997 han caído a 281 millones de toneladas, cifra muy por debajo del mínimo necesaria para salvaguardar la seguridad alimentaria el mundo.
No es fácil predecir que ocurrirá en el siglo XXI. Nuevamente las variables son muchas pero no se puede desconocer que hay indicadores preocupantes. Desde luego durante el último decenio ha disminuido el ritmo crecimiento de la producción de granos, llegando actualmente hasta estabilizarse, mientras que por otro lado, la población mundial continúa aumentando. Ello contrasta con las optimistas predicciones de FAO y que el Banco Mundial, que piensan que para el año 2025 se podrían producir suficientes alimentos como para alimentar la población, que para ese entonces podría alcanzar a los 8.000 millones de habitantes (Creces, Enero 1997, pág. 8). Pero el hecho concreto es que los stock mundiales de granos que en 1992 eran de 383 millones de toneladas, en 1997 han caído a 281 millones de toneladas, cifra muy por debajo del mínimo necesaria para salvaguardar la seguridad alimentaria el mundo.
Según Naciones
Unidas, para el año 2030, la población mundial alcanzaría a 7.1 mil millones de
habitantes. Es decir, en 30 años más, habría que alimentar a 1.2 mil millones
más de habitantes, y a fines del Siglo XXI, a ellos se agregarían 3.000
millones más. Claro que todas estas cifras varían mucho, según las predicciones
de los expertos, algunos pesimistas y otros optimistas. Según los primeros, en
el año 2030 habrían 12 mil millones de habitantes, mientras que los optimistas
(Naciones Unidas), fijan la cifra en 7. En todo caso, lo que no cabe duda es
que el incremento poblacional, se produciría fundamentalmente en el mundo que
hoy llamamos pobre, donde actualmente habitan los que ya tienen una
alimentación precaria.
Sin duda que la mayor
preocupación se concentra en los países pobres, especialmente en aquellos en
que el ingreso per capita es aún inferior a los 500 dólares anuales. En ellos
la producción de cereales en el último decenio a aumentado sólo a razón de 1.5%
al año, mientras que el crecimiento poblacional ha superado el 2.5% anual. Es
importante considerar que la población de países extraordinariamente pobres,
representa el 560% de la población total de los países subdesarrollados
(Afganistán, Bangladesh, Burna, Camerún, Ghana, Guatemala, India, Madagascar,
Mali, Mozambique, Nepal, Pakistán, Sri Lanka, Sudán, Tanzania, Uganda y Alto
Volta).
De acuerdo con
estas consideraciones, para adecuar la alimentación durante el Siglo XXI y
erradicar la desnutrición del mundo, en los próximos 30 años habría que
duplicar la actual producción de alimentos. Algunos estiman que con los
conocimientos que ya se tienen, ello podría ser alcanzable. Según De Hoogh y
sus colaboradores (De Hoogh y Cols. Food for a Growing Worid
Population. Economic and Social Institute. Free University, Amsterdam, 1976), que han
analizado diferentes variables, predicen que con los conocimientos actuales, es
posible aumentar la producción de alimentos en 2.5 veces en relación a lo que
se produjo en 1975.
Hay ejemplos
recientes de países pobres que han ignorado aumentar notablemente su producción
de alimentos. Tal es el caso de la India, donde la aplicación de la Revolución
Verde, consiguió casi triplicar su producción de granos (arroz y trigo),
pasando de ser importador para transformarse en exportador de granos, pero
claro que ello no significó eliminar la desnutrición en ese país (Creces, julio
1997, pág. 7). Otro ejemplo más reciente es lo ocurrido en Etiopía, donde una gran
hambruna se produjo en la década de los 80`. En ese país, la guerra civil
terminó en 1991, y desde entonces ha estado doblando su producción de grano,
llegando el año recién pasado a exportar 200 mil toneladas de granos a su
vecino Kenia. Claro que tampoco significó esto una desaparición de la
desnutrición en Etiopía
Pero todo esto
involucra un cambio radical en el sistema de producción de alimentos, es decir,
en la mecanización de la agricultura. Fue ello lo que permitió reemplazar el
trabajo humano y animal, en extremo ineficiente. Necesariamente igual camino
debería seguir el mundo subdesarrollado, si pretende aumentar substantivamente
la producción de alimentos. Ello no sólo significa un enorme costo en
combustible fósil, sino también una cuantiosa inversión en la maquinaria
agrícola correspondiente, lo que a su vez trae emparejada también una inversión
en infraestructura de transporte y almacenamiento. Hasta hace algunos años, se
había calculado que si en el mundo subdesarrollado se utilizara la misma
cantidad de energía fósil que está utilizando el mundo desarrollado en todo su
sistema alimentario, es decir, no sólo la producción de alimentos, sino también
en su distribución, procesamiento y comercialización, este se agotaría en 25
años y habría sido éste el principal limitante para satisfacer las necesidades
alimentarias del siglo XXI. Afortunadamente los nuevos descubrimientos de
metano líquido en la Tierra y océanos, alejan esta restricción y asegurarían su
abastecimiento para el siglo XXI. Así parece por lo menos desprenderse de la
reunión recién celebrada en Beijing, China, durante la XV Conferencia Mundial
del Petróleo. Ahora los problemas para el mundo parecen ser de otra naturaleza:
la excesiva producción de C02, por la enorme quema de combustible fósil, lo que
afectaría el clima.
La principal limitante para que los países pobres puedan aumentar substantivamente su producción de alimentos, no está entonces en la limitación de los conocimientos que ya están disponibles, ni en los recursos básicos de tierra y agua, sino que en otros dos problemas: a) lograr que ellos adopten las tecnologías modernas de producción y b) que cuenten con el capital necesario para invertir en el sector agropecuario y puedan así utilizar los recursos básicos que poseen. En relación con el primero, los países subdesarrollados se caracterizan en general por no poseer infraestructura cientifico-tecnológica, ni recursos humanos necesarios para absorber a adaptar lo que ya se conoce. Su infraestructura social, económica y administrativa es primitiva e ineficiente y por lo tanto renuente al cambio y el progreso. Sin embargo, algunas experiencias positivas ya señaladas en algunos países pobres, permiten abrigar algún optimismo.
Pero en relación con los recursos de capital, es un hecho que los países pobres no lo poseen y por lo tanto aquellos necesariamente deberían venir del mundo desarrollado. Para aumentar la producción de alimentos de esos países a los niveles que se requiere para la creciente población, se estima que se necesitarían en los próximos 3 decenios, una inversión en el área agropecuaria, superior a los 800 mil millones de dólares.
La principal limitante para que los países pobres puedan aumentar substantivamente su producción de alimentos, no está entonces en la limitación de los conocimientos que ya están disponibles, ni en los recursos básicos de tierra y agua, sino que en otros dos problemas: a) lograr que ellos adopten las tecnologías modernas de producción y b) que cuenten con el capital necesario para invertir en el sector agropecuario y puedan así utilizar los recursos básicos que poseen. En relación con el primero, los países subdesarrollados se caracterizan en general por no poseer infraestructura cientifico-tecnológica, ni recursos humanos necesarios para absorber a adaptar lo que ya se conoce. Su infraestructura social, económica y administrativa es primitiva e ineficiente y por lo tanto renuente al cambio y el progreso. Sin embargo, algunas experiencias positivas ya señaladas en algunos países pobres, permiten abrigar algún optimismo.
Pero en relación con los recursos de capital, es un hecho que los países pobres no lo poseen y por lo tanto aquellos necesariamente deberían venir del mundo desarrollado. Para aumentar la producción de alimentos de esos países a los niveles que se requiere para la creciente población, se estima que se necesitarían en los próximos 3 decenios, una inversión en el área agropecuaria, superior a los 800 mil millones de dólares.